Diseño y creo para incomodar lo común y celebrar lo distinto. Cada pieza que nace de mis manos es una forma de expresión para mujeres que no buscan encajar, sino contar su historia. Mi propósito es acompañarlas en su revolución silenciosa: la de ser vistas, sentidas y recordadas.

 

Babílica nació desde un lugar profundo: el deseo de crear algo que tuviera alma. Algo que pudiera transformar lo que traía en la mente y en el corazón en objetos tangibles, hermosos y significativos.


Comenzó como un taller de calzado hecho a mano, en honor a mi papá, quien disfrutaba profundamente este oficio. En ese momento, el calzado fue el vehículo más cercano y natural para canalizar mis ideas, mi sensibilidad y mi necesidad de construir algo propio. Pero desde el inicio, supe que Babílica no sería solo una zapatería.

Era —y es— una forma de expresión.

 

El nombre Babílica nace como un juego entre historia y deseo: una palabra inventada inspirada en los Jardines Colgantes de Babilonia —una de las siete maravillas del mundo antiguo— y en la sonoridad de la palabra “babilónico”, que siempre me ha parecido mágica. Para mí, lo babilónico evoca algo icónico, exuberante, único. Algo que no pasa desapercibido. Así es como quiero que se sientan mis creaciones: como jardines extraordinarios que florecen en lo cotidiano.


Cada diseño que sale del taller está hecho con intención. Pensado para mujeres que no siguen fórmulas, sino que escriben las suyas. Mujeres creativas, sensibles, juguetonas, elegantes, dramáticas o introspectivas… pero sobre todo, reales. Que entienden que vestirse no es solo cubrirse, sino mostrarse. Que cada par, cada pieza, cada objeto, puede ser una declaración: esto soy hoy.


Con los años, Babílica se ha convertido en una casa creativa. Un universo en expansión donde el diseño, la historia y la emoción se entrelazan. Hoy, además del calzado, se abren caminos hacia… cualquier creación que me permita seguir haciendo lo que más me mueve: darle forma a lo invisible.

 

Este proyecto ha sido mi refugio, mi bandera y mi forma de sentirme cerca de quien ya no está. Pero también es, y será siempre, una forma de acompañarte a ti.

A que te pongas algo que diga lo que no siempre se puede decir con palabras.

A que camines tu historia.

A que seas vista.

A que seas tú.


Bienvenida a Babílica.

Aquí lo diferente florece.